Si la oposición fuera gobierno, quizás el Poder
Judicial no estuviera tan corrompido. Si la oposición fuera gobierno, el CNE podría
ser imparcial. Si la oposición fuera gobierno, muchos estudiantes estuviesen en
sus casas, y no en las cárceles venezolanas.
Sin embargo la oposición no es gobierno, y el Poder
Judicial está corrompido, el CNE no es imparcial, y los estudiantes duermen hoy
en las cárceles bolivarianas, llenas de patria y barrigas vacías, y no en sus
casas con sus familias.
Desde hace rato nos metimos en un juego de ajedrez sin
tener claridad del contrincante ni del reglamento, en este juego llevamos
desventaja, tenemos puros peones mientras el señor de la berruga, y ahora el
del bigote, tienen puros alfiles, caballos y reinas. Y desde el principio ha
sido así.
No lo llegué a percibir sino hasta el 14 de abril del
2013 cuando por fin la música la puso la oposición, y fue el oficialismo quien
bailó a nuestro son. Desde ese momento comprendí que podíamos darle la vuelta
al panorama.
Pero volvimos al principio, estamos caminando en
círculos, todas las situaciones que se nos presentan son un arma de doble filo.
Es por esto que el pasado 25 de mayo, en las elecciones de San Diego y San
Cristóbal, se nos presentó una diatriba que no podíamos tomar a la ligera.
En el primer escenario no enviábamos candidatos para
las elecciones, el oficialismo sí, y como resultado perderíamos dos alcaldías
estratégicas a nivel nacional, un pequeño de javû del 2006 en las elecciones
parlamentarias. En el segundo escenario, el cual asumimos, participamos en las
elecciones, y a pesar de haber ganado ambas alcaldías, legitimamos un CNE
corrupto e ineficiente, y unas elecciones viciadas de nulidad desde el
principio.
Es evidente que estamos bailando con la música que
coloca el régimen, muy probablemente Alí Primera, o Silvio Rodríguez, en vez de
tomar una actitud ofensiva, meramente respondemos a los problemas que nos van
llegando, no terminamos de observar toda la situación en conjunto.
Quizá nuestro problema como venezolanos es que
preferimos olvidarnos de los problemas que nos aquejan, esperar a que otro tome
acción por nosotros para luego seguirle, o a veces asumimos que como “ya somos
opositores” no tenemos que salir a la calle a demostrarle nada a nadie, pero en
realidad sí tenemos que demostrarle algo a alguien, tenemos que demostrarnos a
nosotros mismos que nos importa nuestro futuro, nuestro país, nuestros vecinos.
Nos hemos insensibilizado al punto que el país se está cayendo a pedazos, pero mientras
no nos muerda a nosotros, nos quedamos callados.
No obstante, perro callado, muerde dos veces. La
sociedad venezolana ha resistido mucho, pero la liga no estira tanto, y podría
estallar pronto de nuevo. Los meses en los que el venezolano estuvo en la
calle, recuperamos una memoria que parecía extinta, pero solo estaba olvidada.
El ciudadano de a pie percibe la injusticia, la desigualdad y la inseguridad, y
no le gusta. Sin embargo, ese venezolano no sabe canalizar sus frustraciones, y
requiere de su hermano compatriota para entender el malestar que siente.
La situación actual nos exige que seamos un poco más
críticos con nosotros mismos y con la realidad en la cual nos encontramos.
Aprender de nuestros errores pasados, y no volverlos a cometer. No ignorar al
vecino, al de al lado, sus problemas son exactamente igual a los nuestros, su
sufrimiento es nuestro sufrimiento.
No sabemos exactamente qué tenemos que hacer, pero sí
sabemos cómo hacerlo. Sí jugamos con las mismas reglas del régimen, como ese
glorioso 14 de abril, en el cual estoy segura ganamos las elecciones presidenciales,
podemos recuperar la Venezuela donde los hermanos Faddoul, Karen Berendique,
Franklin Brito y Mónica Spear estuviesen en este momento compartiendo con sus
familias. Es hora de comenzar la segunda fase de la protesta. La reconquista.
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